miércoles, 10 de abril de 2019

Crítica de Marcos Koremblit (criticavirtual)

“Rezar de noche” es lo único que le queda a la pobre Margarita, víctima de la violenta situación a la que es expuesta. Ella apela a “Rezar de noche” por el Gordo, que víctima como ella, ha tenido un trágico desenlace. Y “Rezar de noche” parece el único salvavidas que no corre peligro, a diferencia de aquel al que el Gordo echó mano, sin prever el trato sádico del que sería objeto por parte de su cruel padre.
Porque esta obra que se estrena en El Camarín de las Musas es un inteligente retrato de los que Dario Bonheur nos tiene acostumbrados. Sus obras nunca dejan de sorprender. Así es que en “Hermosos Inconvenientes” hizo un musical original y creativo con Pepa Luna y Marisa Ini. En “Conversaciones” armó tres historias dramáticas que solo al final se entrelazaban de manera inteligente, con un elenco de primera liderados por la excelente Ruby Gattari. En “Sudores de Niña Virgen” nos estremeció con una grave denuncia muy bien tratada acerca de la desaparición y trata de mujeres jóvenes. Lo mismo sucedió con “Los infelices, la pesca terminó” y con “Fragmentos de un pianista violento”. Y en “El Próximo Verano” –recientemente re- estrenada- una obra de humor negro que en tono de comedia.
En esta obra retrata los posibles tratos sádicos –hoy llamados bullying- de los que pueden ser víctimas los chicos, pero los adultos también. Nos muestra además como estos personajes necesitan del grupo para llevar adelante dichos tratos, y como además, el victimario puede ir cambiando en tanto papel que cualquiera puede desempeñar en la pandilla de pares, cuando esta situación se presenta.
Porque además este trato sádico y cruel -que fuera descripto como constitucional por algunos autores- resulta algo de lo que nunca estamos exentos a nivel individual, ni grupal ni social, como tantas experiencias que observamos en nuestra Sociedad de modo casi cotidiano.
Porque la habilidad de la pluma de Bonheur, muy bien captada por Adriana Garibaldi en la dirección, es mostrar esta pintura del sadismo en toda su extensión, donde victimarios y víctimas pueden mutar al infinito en una simetría especular.
Las actuaciones de Victoria Paez, Elena Acuña, Alejandro Hener, Victor Salvatore y José Arrué son de destacar. Todos logran una armonía y trabajo en equipo que denota horas de ensayo para ponerse en la piel de estos personajes, todos sufridos y con una soledad que intentan simular armándose de un sadismo encubierto. Los varones lo acompañan de pasos coreográficos adecuados en un estilo de malambo “machista” presente en estos movimientos.
La escenografía sencilla y despojada resulta eficaz en aquello que se quiere mostrar a través de biombos corredizos. Lo mismo ocurre con los efectos visuales y con la música que acompaña en los momentos claves de la obra. La utilización de maderas para producir efectos sonoros resulta muy adecuada. Muy recomendable!

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